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No sé si les pasará como a mí, que siempre que oigo las palabras “prevención de riesgos laborales” automáticamente vienen a mi cabeza imágenes de obreros con cascos, soldadores con máscaras y carniceros con guantes de malla… Supongo que esto será debido a una campaña de concienciación que durante meses nos invadió a diario a través de la televisión, hace algunos años.

No hay que olvidar que todas las profesdog-bite-injuriesiones tienen sus propios riesgos. En el caso de los trabajos relacionados con animales es evidente cuáles son algunos de esos riesgos; que los caballos patean, los gatos arañan y los perros muerden no es nuevo para nadie. De hecho, las mordeduras de perros y gatos son consideradas un problema de salud pública. La mordedura es el riesgo más grave al que nos enfrentamos a diario los que convivimos con perros. Es más habitual que una persona sea mordida por un perro, a que éste le contagie una enfermedad.

Los profesionales veterinarios, estamos en la obligación de prever los posibles riesgos para la salud, no sólo de las mascotas sino también de las personas. Por ello, parte de nuestro trabajo consiste en evaluar el riesgo que puede suponer un animal que presenta un problema de comportamiento, sobre todo cuando este problema de comportamiento está relacionado con conductas agresivas. Debemos valora tanto al animal (su tamaño, el nivel de agresividad que presenta, el grado de impulsividad de los ataques, los contextos donde reacciona con agresividad) como su entorno (familia con la que vive, presencia de niños, ancianos o personas con enfermedades, otros animales, etc). Todos estos factores nos indican el grado de riesgo que presenta dicho animal tanto para sí mismo como para las personas y otros animales. Esta evaluación se conoce como “análisis de riesgo”, forma parte de la evaluación inicial de los casos de etología clínica, y nos ayuda a adaptar las pautas de tratamiento.

Uno de los pilares fundamentales para corregir problemas de comportamiento en nuestras mascotas es aplicar técnicas de modificación de conducta donde la mascota aprenderá una nueva forma de comportarse. Algunas de estas técnicas requieren de la participación de otros animales o personas durante los ejercicios. Por ejemplo, si un perro tiene miedo a las personas, -para poder superar ese miedo- en algún momento deberá estar cerca e interactuar con personas. Pero, ¿qué pasa cuando ese “perro miedoso” reacciona con agresividad cuando se acerca una persona? ¿Quién estaría dispuesto a colaborar como “figurante” durante los ejercicios sabiendo que el perro va a intentar morderle en cuánto intente acercarse? A parte, ¿qué podríamos pensar del profesional que nos ha pedido ayuda sin tener en cuenta el riesgo al que nos está sometiendo?

Antes de empezar un programa de modificación de conducta debemos preparar las sesiones y, conociendo los posibles riesgos a los que nos enfrentamos en cada caso -gracias al análisis de riesgo-, aplicar las medidas de seguridad oportunas para reducir al mínimo los riesgos.

¿Qué medidas de seguridad podemos aplicar cuando trabajamos con perros que pueden reaccionar con agresividad?

Existen varias opciones para reducir el riesgo de accidentes durante las sesiones de modificación de conducta. Gran parte de estas medidas consisten en la creación de una barrera física que impida al perro morder a las personas o a otros animales presentes en la sesión.

– Barreras físicas más habituales:

  • Bozal

Es prácticamente imposible que un perro con un bozal adecuado pueda morder. Lo ideal es usar bozales de canastilla que permitan al perro recibir premios durante las sesiones.

Para poder usar un bozal durante las sesiones previamente tenemos que trabajar su aceptación. Si el perro percibe el bozal como un castigo o como algo desagradable, aunque nos ayuda a prevenir riesgos, restará eficacia a los ejercicios.

  • Correa

Llevar al perro atado durante las sesiones nos ayuda a ganar más control sobre la situación. Sobre todo en el caso que el perro tome la iniciativa de ir a atacar al figurante.

Lo ideal es trabajar con correas largas, de unos 5 metros aproximadamente. Podemos dejarla suelta por el suelo y pisarla en el caso de necesitar frenar al perro.

  • Vallado

Es imposible controlar todos los elementos del entorno. Siempre existirá la posibilidad de que un elemento externo irrumpa en la ejecución de los ejercicios, una persona que casualmente pasea con su perro cerca de nosotros, un niño que se acerca corriendo a ver al “perrito”, un gato o animal silvestre… etc.

Lo ideal es trabajar en zonas valladas que reduzcan la interacción de elementos externos.

¿Podemos tener la seguridad de tener el control total de la situación?

Por más que al ser humano nos encante tenerlo todo bajo control, debemos ser conscientes y asumir que es imposible controlarlo todo. La posibilidad de que ocurra un accidente siempre está ahí. La “teoría del queso suizo” del psicólogo James Reason se utiliza para explicar la posibilidad de que haya un accidente hasta en campos como la aviación. Esta teoría explica como, aunque sea poco frecuente, existe la probabilidad de que en un queso Emmental (el de agujeros) algunos agujeros se alineen haciendo posible que una bala pase de un lado al otro del queso.

         teoria queso suizo

Entonces, si siempre tenemos la posibilidad de error, ¿a qué llamamos accidente y qué podemos clasificar como negligencia?

Conocemos por accidente el “suceso imprevisto que altera la marcha normal o prevista de las cosas, especialmente el que causa daños a una persona o cosa”. De esta definición habría que destacar la palabra “imprevisto”. Después de lo comentado anteriormente, ¿podemos clasificar como suceso imprevisto que un perro -en tratamiento por un problema de agresividad- muerda?, ¿no es previsible que, al enfrentar a ese perro al estímulo que desencadena su problema de agresividad, vuelva a reaccionar con agresividad?

Entendemos por negligencia el “error o fallo involuntario causado por esta falta de atención, aplicación o diligencia”. De esta definición habría que destacar las palabras “falta de atención”. Está claro que los accidentes pueden ocurrir, pero si conocemos los riesgos a los que nos enfrentamos y actuamos en consecuencia, reduciremos la probabilidad de que ocurran.

*Respuesta #QuieroSaberTuOpinión. La semana pasada lanzamos un debate sobre una noticia relacionada con este tema. A continuación, y después de haber intentado aclarar algunos puntos, os dejo mi opinión sobre la noticia:

Los profesionales que trabajamos con perros con problemas de agresividad debemos ser conscientes del riesgo que suponen estos animales, tanto para los dueños como para el resto de personas que interactúan con ellos a diario, donde podemos incluirnos nosotros mismos y nuestros colaboradores, así como otros animales.

Una reacción totalmente previsible no puede considerarse como accidente, sobre todo si no hemos tomado las medidas oportunas para evitarlo. Cuando llevamos a cabo un programa de modificación de conducta para trabajar un problema de comportamiento debemos aplicar las medidas de seguridad oportunas y explicar a todas las personas involucradas en esas sesiones la forma de actuar para evitar riesgos.

La sabiduría consiste no sólo en ver lo que tienes ante ti, sino en prever lo que va a venir”. Publio Terencio, siglo II a.C.